Por Belem Marban
PACHUCA, Hgo., 2 de Octubre del 2024.- El 2 de octubre es una fecha que resuena profundamente en la memoria colectiva de México. En 1968, estudiantes, maestros y trabajadores salieron a las calles de la Ciudad de México para exigir un cambio, para pedir libertad de expresión, respeto a los derechos humanos y un país más justo. Sin embargo, sus demandas fueron contestadas con violencia.
Aquella tarde en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, el gobierno mexicano ordenó una represión brutal que dejó cientos de muertos, desaparecidos y heridos, aunque las cifras oficiales nunca reflejaron la magnitud real de la tragedia.
Cada año, al llegar el 2 de octubre, la consigna “¡2 de octubre no se olvida!” cobra vida en las marchas, en las universidades y en las voces de las nuevas generaciones que se rehúsan a que la historia se borre. No se trata solo de recordar a las víctimas, sino de exigir justicia para ellas, para que el Estado asuma su responsabilidad y para que hechos así no se repitan.
El Movimiento Estudiantil del 68 marcó un antes y un después en la forma en que los mexicanos entendemos la lucha social. Abrió los ojos ante la brutalidad con la que el poder puede aplastar voces disidentes, pero también nos enseñó la fuerza que tiene la resistencia. Aunque la justicia sigue pendiente, la memoria es una de las herramientas más poderosas que tenemos para enfrentar la impunidad.
¿Por qué no debemos olvidar? Porque hacerlo sería permitir que las injusticias del pasado se repitan. Sería darle la espalda a aquellos que dieron su vida por un México más libre. Recordar es un acto de resistencia, de justicia y, sobre todo, de dignidad.
UNAM
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